Soy un mejillón, al menos eso dicen. En realidad, soy una concha de mejillón. Pero estuve mucho tiempo junto a un mejillón. Él me llevaba por el mar y yo lo protegía. Hoy digo que éramos como una pequeña familia. Pero un día él murió, yo no pude evitar ser arrastrada por las corrientes, y fui a parar a una playa llena de conchas vacías como yo. Y pensé: «Esto ha sido todo».
Pero una mujer, Martina, me recogió y me llevó con su familia, a mí y a una segunda concha que se parece mucho a mí —es como una hermana—, y allí nos encomendó una nueva tarea muy especial.
A mí me colocó debajo de una foto de ella y de su difunto padre en Alemania. Etiquetó la concha de mi hermana con el nombre y la fecha de nacimiento de su padre y la escondió en un viejo roble. La puso en una grieta pequeña, pero lo bastante grande para una concha. Y ese roble estaba en un campo a las afueras del lugar de origen de su padre, en lo que hoy es Polonia.
De allí procedía su familia. Pero su padre tuvo que marcharse —a la fuerza— cuando aún era un niño, y nunca más volvió. Esta historia mortificó a su hija durante mucho tiempo. Pero ahora que mi hermana la concha está en el roble y yo yazgo bajo la foto, parece que, de alguna manera muy especial, algo se ha arreglado.
Soy un retrato porque alguien me ha pintado para que me parezca a una persona muy concreta. En mi caso, se trata de Guillermo I, Príncipe de Orange, Conde de Nassau-Dillenburg. Y como me parezco tanto, siempre he pensado mucho en él.
Guillermo, más que en una familia, se crio en una red de intereses de poder, en la que sus propios deseos e ideas tenían una importancia secundaria. Su futuro estaba en gran medida planificado: se convirtió en «príncipe» a los 11 años y el emperador decidía dónde era educado, por quién y exactamente cómo. Y casarse simplemente con quien él quisiera habría sido, por supuesto, impensable.
Sé la influencia que puede ejercer una familia. Pero ahora que conozco vuestra historia, me pregunto cómo es entonces no crecer en una familia aristocrática y no estar en una posición comparativamente impotente desde el principio... Sea como fuere, siempre hay cosas con las que nacemos y que no hemos elegido, y tenemos que encontrar la manera de lidiar con ellas. Como es tu caso, que simplemente creciste en el mar y ahora mismo podrías estar tumbada igual de bien en aquella playa.
¿En qué medida te ha influido tu familia? ¿Te marcó el rumbo? En caso afirmativo, ¿cómo te lo tomaste?