Soy un proyector de cine, un Bauer P5 para cintas de 16 mm. A principios de los años sesenta, cuando aún era nuevo, era un aparato muy apreciado. Sin embargo, ahora envidio a mis avanzados sucesores, incluidos los televisores actuales. Aunque en aquellos tiempos conseguíamos hacer algunas cosas exactamente igual que los artilugios de ahora, y otras quizá incluso mejor, yo sigo empeñado sobre todo en unir a la gente.
Recuerdo exactamente lo que sentía cuando la sala se iba llenando poco a poco: yo ya estaba en posición, equipado con el primer rollo y esperando a que se apagaran las luces. Todo esto tenía lugar en pleno centro de Siegen. No en una sala de cine —habría sido un espacio demasiado pequeño— sino en el Centro Español. Allí proyectaba sobre todo películas en ese idioma para gente que lo hablaba como lengua materna. Y a menudo me dejaban proyectar películas de aprendizaje de alemán, porque también proyectaba clases de alemán, y pronto me las supe al dedillo. Una se llamaba «Guten Tag» («Buenos días»). Y otra se titulaba «Viel Glück in Deutschland» («Buena suerte en Alemania»).
No sé qué era mejor: si cuando todo el mundo estaba allí sentado embelesado y lo único que se oía, aparte del sonido de la película, era mi traqueteo... o cuando terminaba la última bobina y todo el mundo se volvía hacia los demás.
Sea como fuere, yo pertenecía a una comunidad, sí, e incluso contribuí a hacer que la gente se sintiera parte de una comunidad. Creo que la gente también se daba cuenta de eso. Al fin y al cabo, aunque hoy se demanden otros aparatos, a mí me tuvieron allí mucho tiempo antes de traerme aquí al museo.
Soy un portal de vídeo. No estoy en ninguna parte y estoy en todas al mismo tiempo. Simplemente estoy allí donde soy accesible a través de Internet. Así que, en ese aspecto, querido proyector, soy muy diferente a ti. También me gustaría mucho saber qué se siente al ser tan pesado y metálico, y sobre todo al estar físicamente presente donde está la gente...
No obstante, ambos tenemos algo en común: hacemos posible que la gente vea películas, quizá no del mismo género, pero aun así. Yo soy una colección de vídeos, sobre todo entrevistas, de gente de Siegen que habla de Siegen. Y cualquiera que lo desee puede echarme un vistazo, escucharme y conectarse conmigo, sin importar cuándo ni dónde. Así que, aunque la gente no esté en la misma sala al mismo tiempo, a través de mí hacen algo en común: miran juntos la región y la ciudad, y quizás también se sienten parte de ella.
El hecho de que por aquel entonces estuvieras más centrado en España o en otros países hispanohablantes también se debía, por supuesto, a que la mayoría de la gente que acudía daba por sentado que estarían poco tiempo en Siegen. Y ese fue el caso de muchos de ellos. Pero otros muchos también se quedaron aquí. Por cierto, al hombre que daba los cursos de alemán entonces con tu ayuda, Alfonso, también lo conozco por mis vídeos.
¿Sabes cuándo las películas inspiran sentimientos de comunidad?
¿O cuándo incluso crean identidad?