Soy una sartén o, más bien, un molde para hornear. Me alegro de que me puedan seguir usando a pesar de que me falta el mango. Podría haber acabado en el cubo de la basura hace mucho tiempo. Pero Elena me conserva. Yo también la conservaría a ella.
Las dos somos de Rusia. Ella nació allí y a mí me fundieron allí, no con material de hierro, sino de aluminio, y quizá esa fue mi suerte. Sigo siendo relativamente ligera para ser una sartén. Y sigo siendo útil... Por lo menos he sobrevivido a diez sartenes de teflón... En cualquier caso, me llevaron encima durante todo el trayecto desde Siberia hasta aquí, hasta Siegen. Nada menos que 5000 kilómetros. Primero, en tren; luego, en avión; y después, en autobús. En bolsas y maletas. Y aparte de mí, sólo sobrevivió otra cosa a ese viaje: un libro de poesía de Pushkin.
Así que nosotros dos somos las últimas cosas que aún servimos para recordar Siberia y ese largo viaje, cada uno a nuestra manera: una pieza de gran arte lingüístico antiguo y un objeto muy cotidiano, es decir, yo, la sartén o el molde para hornear...
Mango ya no tengo, no sé por qué. Sólo recuerdo lo que vivimos, y comparto ese recuerdo con Elena... ¿O será que ella lo comparte conmigo?
Soy el arca del gremio de panaderos de Siegen. Fui fabricada en 1765 con madera de roble y decorada con rosquillas de hierro. Sé lo que me hago cuando se trata de «salvaguardar la propiedad».
Las arcas como yo se encontraban en la casa del gremio o en la casa de la junta del gremio y contenían todo tipo de cosas: sellos, certificados, facturas, cartas, actas... Cuando nos abrían, a menudo era una ocasión muy solemne, porque todas estas cosas eran importantes para el gremio y sus miembros. Lógico, pues eran objetos oficiales, piezas únicas y originales.
Y por eso tú me resultas tan interesante. No quiero ofenderte, ¡pero la verdad es que tú estás «estandarizada»! Hay innumerables sartenes que pueden hacer prácticamente lo mismo que tú. Y, sin embargo, te transportaron 5.000 kilómetros en una maleta, y todavía te utilizan hoy en día a pesar de que te falta el mango. ¡Y para colmo te exponen en un museo!
Esto me hace reflexionar sobre lo que constituye el verdadero valor de las cosas. Es decir, ¿qué nos hace importantes? Quizá tú seas algo mucho más importante que todos los sellos y objetos de valor que yo guardaba entonces. O igual eres importante de otra manera... de una manera más importante tal vez.
Durante mucho tiempo creí saber qué cosas eran importantes. Ahora me doy cuenta de que eso depende de muchos factores. ¿Qué cosas son importantes para ti? ¿Qué te llevarías contigo si sólo pudieras llevarte unas pocas cosas?